La economía mundial se ha atascado en un ritmo bajo de crecimiento, lo que podría suponer un serio revés en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
Los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del Grupo de los Veinte, que se reúnen esta semana en Río de Janeiro, se enfrentan a un panorama que invita a la reflexión. Tal y como muestra la última actualización del informe Perspectivas de la economía mundial que publica el FMI, se espera que el crecimiento mundial se sitúe en 3,2% este año y 3,3% en 2025, muy por debajo del promedio de 3,8% registrado desde el comienzo de siglo hasta la pandemia. Por otro lado, nuestras proyecciones de crecimiento a mediano plazo siguen languideciendo en los niveles más bajos registrados en décadas.
Ciertamente, la economía mundial dio muestras alentadoras de resiliencia ante toda una serie de shocks, y el mundo no entró en recesión, como predecían algunos, cuando los bancos centrales de todo el mundo subieron las tasas de interés para contener la inflación.
Sin embargo, a medida que nos alejamos de los años de crisis de la pandemia, necesitamos evitar que el mundo caiga en un período prolongado de crecimiento anémico que perpetúe la pobreza y la desigualdad.
La pandemia ya ha supuesto un revés en esta lucha: la pobreza extrema tras décadas de descenso continuado, mientras que el hambre en el mundo y la reducción de la desigualdad a largo plazo entre países se estancó.
Un nuevo estudio del FMI sugiere que los períodos de estancamiento que duran cuatro años o más tienden a provocar, dentro de los países, un aumento de la desigualdad de ingresos que roza el 20%, lo que supera considerablemente el aumento debido a una recesión manifiesta.
Durante los períodos de estancamiento, los niveles pobres de creación de empleo y crecimiento de los salarios provocan el aumento del desempleo estructural y reducen la porción del ingreso de un país que acaba en manos de los trabajadores. Estas fuerzas, combinadas con un espacio fiscal limitado, tienden a agrandar la brecha entre la cúspide y la base